Lic. Juan Bontempo, gracias por tu gentil invitación que me concede el honor de abrir esta reunión que, como belgraniano y básicamente como hombre del seguro, conlleva una significación muy profunda.
Dr. Carlos Trueba, miembro de número del Instituto Nacional Belgraniano, gracias por su presencia.
Confieso que el tener que hablar de don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano en presencia de una autoridad del nivel del doctor Trueba, me produce cierto pudor, pese a lo cual espero estar a la altura de las circunstancias, como un simple aprendiz en estas cuestiones históricas.
Necesariamente debo iniciar esta presentación con una breve referencia personal.
En la década del 50, cuando estaba finalizando mis estudios de nivel secundario, en mi grupo de pertenencia, muy interesado en las cuestiones históricas de estas tierras, íbamos detectando claramente aquello de que suele haber “otra historia” (fuera de “la historia oficial”) y juzgábamos a los revolucionarios de junio del 43 como claramente anti-belgranianos.
Y también comprobábamos que en la exhibición de las dos figuras de quienes hasta allí eran (y para mí lo siguen siendo), los Padres de la Patria: Belgrano y San Martín, claramente estaban inclinando la balanza hacia este último, hecho finalmente concretado con la declaración de 1950 como “Año del Libertador general San Martín”.
Contemporáneamente, cuando en 1952 ingresé a este apasionante mundo del seguro y empecé a interesarme en su historia, me encontré -entre otras cuestiones- con el ahora reinstalado tema del «Día del Seguro».
Y entramos así al meollo de esta charla.
Debo arrancar comentando que allá por 1944, la decisión de un advenedizo (sic) titular de la Superintendencia de Seguros, el coronel de administración don Amaro Ávalos quien, per se y entre gallos y medianoche, en una especie de ucase zarista, logró que el general Farrell -a la sazón presidente de la República- instituyera el 21 de octubre como Día del Seguro, en homenaje a don Bernardino Rivadavia a quien se atribuye (dice textualmente), la primera iniciativa gubernamental para crear una compañía de seguros, allá por 1811.
Pero cometió un grave error o tergiversación el susodicho: en realidad la iniciativa tenía 15 años de existencia, porque el 15 de junio de 1796, como Secretario Perpetuo del Real Consulado, el doctor Belgrano expuso ante el mismo su Memoria “Medio generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio de un país agricultor”, que cinco meses después derivó en la creación de la primera aseguradora con capitales netamente criollos: la “Compañía de Seguros Marítimos La Confianza”, el 7 de noviembre de 1796. Y obsérvese este dato fundamental (que quizás aportó Belgrano influido por la enseñanza del Seguro que le había inculcado uno de sus maestros: don Gaspar Melchor de Jovellanos): en el prospecto de invitación a los futuros accionistas de La Confianza, se incluyó este principio: “Evitar la expatriación de crecidas sumas que se pagan en concepto de primas a compañías extranjeras”. Nada más ni nada menos que uno de los criterios que, 150 años después hicieron que el empresariado nacional, recalco, el empresariado nacional, impulsara la creación del IMAR (Instituto Mixto Argentino de Reaseguros), luego ratificada mediante la ley 12.988. Y aprovecho para decirlo, cuya plena vigencia hace apenas una semana la Corte Suprema de Justicia acaba de ratificar en un fallo histórico, motivado en una presentación de la Asociación Argentina de Compañías de Seguros.
Pero debo volver al funcionario de marras, el coronel Amaro Ávalos, que en casi 25 años de actuación en distintas funciones públicas demostró su versatilidad y capacidad, mérito que -debo señalar- no puedo reconocerle en el ámbito del seguro. Su gestión como director general de esta Repartición (equivalente al actual cargo de superintendente), duró solamente siete meses, pero a sesenta días de haberla iniciado tuvo la excelente idea de instituir un Día del Seguro (lo cual personalmente valoro), pero su confesa adscripción sanmartiniana, su absoluto desconocimiento respecto del Seguro, y -básicamente- su impronta autocrática, lo llevaron a instalar una falacia que ya lleva 71 años de vigencia, porque en 23 días, con un escrito de solamente seis párrafos, logró el dictado del decreto 24.203 del 8 de septiembre de 1944 que rindió homenaje a un hombre relevante en la historia nacional, en otros ámbitos, don Bernardino Rivadavia, pero de quien nunca se conoció una sola referencia o acción propia en cuanto al Seguro.
En conclusión y como recientemente pude demostrar cuando tuve acceso a las 496 páginas del expediente respectivo: en solamente tres fojas, sin asesoramiento alguno, sin respaldo académico ni rigor histórico, casi en un pase de magia, Ávalos desplazó a Belgrano, poniendo a Rivadavia en un lugar impropio.
Su falta de especialización y su autoritarismo, hicieron que ni siquiera se tomara el trabajo de consultar la biblioteca de este Organismo, en la cual desde 14 años estaba disponible un libro fundamental en la materia: “Ensayo histórico acerca del Seguro argentino”, en el cual el primer y gran historiador del Seguro nacional, don Gotardo Pedemonte, con la elegancia que lo caracterizaba (y que confieso no tener), llamó “la rectificación de un error histórico”, clarificando que el doctor Belgrano, a quien él mentaba como “el precursor del Seguro en nuestro país”, había sido el legítimo impulsor de la creación de la primera aseguradora nativa. Y que Bernardino Rivadavia solamente había seguido el trámite de una iniciativa que en modo alguno había generado.
Además, debo anotar que hubo otras dos instancias antes de llegarse al mero trámite burocrático de Rivadavia en 1811: en el Plan de Operaciones del “Programa de Acción de la Junta Provisional Gubernativa” terminado por Mariano Moreno el 30 de agosto de 1810 (se cree que a instancias de Belgrano), se propicia “el establecimiento de la casa de seguros nacionales, que debe crearse para las negociaciones a países extranjeros, del que podrán resultar grandes ingresos a los fondos públicos”.
Y yendo aún más atrás en nuestra historia puede comprobarse que el Marqués de Loreto, virrey de Buenos Aires, “con el propósito de incrementar el comercio local, se había preocupado por la falta de aseguradores locales, por lo cual quienes ejercían actividades comerciales debían recurrir a Europa para cubrir sus riesgos.”
Vale decir que existieron al menos tres precedentes debidamente documentados, antes de la mera comunicación de Rivadavia al Primer Triunvirato. Vale decir que los argumentos de Ávalos en cuanto a “conmemorar la primera iniciativa para crear una compañía de seguros” que “se atribuye” a Rivadavia, en términos de hoy, diría que estaba floja de papeles.
Y volviendo a Belgrano y a su Memoria al Consulado, cabe recordar que, simultáneamente, propició la creación de una escuela de comercio en la cual, entre otras materias, debía ser incluido el Seguro.
Fíjense ustedes que tuvieron que transcurrir casi 220 años para que, con el Programa “El Seguro va a la escuela”, esa cuasi utopía de Belgrano se convirtiera en realidad, porque a partir del 22 de agosto de este año, por iniciativa del licenciado Bontempo y por acuerdo celebrado con el Ministerio de Educación, el Seguro está presente en las aulas para ir instalando definitivamente la cultura aseguradora entre la población. Acoplándolo, en un pie de igualdad, con otras tres cuestiones fundamentales para el tejido social, como lo son la ecología, la educación sexual y la seguridad vial.
Recordemos que la educación constituía una de las claves en el programa del prócer porque, como bien señala el historiador Diego Valenzuela, Belgrano fundamentaba el atraso en el Río de la Plata, en cuatro cuestiones principales: el monopolio del comercio, el contrabando, el mercantilismo y EL NULO ACCESO A POSIBILIDADES EDUCATIVAS. Y, dato tangencial aunque no menor que ilustra sobre la amplitud de su criterio: en 1796 incluía a las mujeres en ese proceso educativo
Ese era “el Belgrano de las ideas”, como lo calificó un historiador. El Belgrano licenciado en leyes, el primer economista de estas tierras y Padre de la Patria (como dijo Mitre). Esa era su vocación, aunque los avatares de la historia también le asignaron un rol militar que abnegadamente asumió como un servicio.
Digo entonces y para resumir:
El primer reconocimiento al doctor Belgrano como precursor del seguro nacional, ya fue dicho, vino de la mano de don Gotardo Pedemonte.
Y el segundo (aunque me siento tentado de nominarlo como un tímida disculpa, de segundo nivel), llegó con la disposición de la Superintendencia de Seguros, de que en cada celebración del Día del Seguro, fuera colocada una ofrenda floral en el mausoleo que guarda los restos del prócer, en el Convento de Santo Domingo.
El tercero lo vivimos el 20 de octubre del 2011, cuando en el discurso central de la tradicional celebración del Día del Seguro, el licenciado Francisco Astelarra anunció que el Comité Asegurador Argentino había decidido designar a don Manuel Belgrano como “Patrono del Seguro Argentino”.
El cuarto reconocimiento -y enhorabuena que así sea- llega hoy, gracias a esta iniciativa del licenciado Bontempo.
¿Punto final en esta materia?: espero que no. Confió que el quinto y definitivo reconocimiento sea que el Parlamento argentino disponga (tal como está siendo propiciado en un proyecto de ley en trámite), que a partir del 2016 el Día del Seguro pase a ser el 15 de junio. Será la reparación de una injusticia histórica, porque en definitiva, colocaría al doctor don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, en el lugar que merece como único y legítimo precursor del seguro nacional. Y, por sobre todo, SERÁ JUSTICIA.
Muchas gracias licenciado Bontempo, muchas gracias doctor Trueba. Muchas gracias a todos ustedes.
Nota del editor: a mayor abundamiento ver http://www.elseguroenaccion.com.ar/?p=10351