¿Cómo funciona el sistema asegurador? La aseguradora administra los fondos constituidos con las primas cobradas a todos los asegurados, con los que ha de indemnizar a algunos de ellos, los daños previstos (los siniestros cubiertos) y solventará los gastos de gestión del sistema. Esta es la más simple definición básica de la operatoria aseguradora, desde el punto de vista financiero.
Para que el sistema funcione solventemente, el asegurador debe homogeneizar los valores a riesgo cubiertos o los montos a indemnizar, a través de la contratación de reaseguros e invertiendo los fondos correspondientes a las Reservas constituidas con las primas cobradas, obteniendo ingresos adicionales que le permiten solventar el costo de comercialización y administración del sistema.
Esta sintética descripción financiera básica del seguro, que todos conocemos, se cumple por medio de una serie de condiciones, procedimientos y operaciones, que constituyen el mecanismo operativo del seguro sobre la base de la homogenización monetaria de los riesgos, que se logra por medio de su fraccionamiento y transferencias, en el ámbito local e internacional.
Estructura técnica
“Riesgo” es un término utilizado con distintos significados en el lenguaje diario del seguro. Por una parte significa el “peligro”, el grado de probabilidad de ocurrencia de determinado hecho dañoso, su propensión al daño. El término también se lo utiliza como designación del bien cubierto, la “cosa” asegurada. Salvo indicación en contrario, lo utilizaremos con el primero de estos significados.
En el tiempo, los riesgos deben ser futuros e inciertos en sí mismos o en cuando se produzcan, si se trata de hechos de ocurrencia necesaria, como la muerte, por ejemplo. En el espacio, los riesgos -para ser asegurables- deben amenazar a un elevado número de sujetos (bienes o personas), a fin de que el asegurador tenga la posibilidad de formar una masa homogénea, reuniéndolos con otros semejantes al ir contratando coberturas, para que pueda funcionar el principio de las probabilidades y no el azar. Si no tiene una cartera suficientemente amplia de riesgos similares cubiertos, dentro de la cual se compensarían en alguna medida los siniestros, la aseguradora deberá hacer un uso más amplio del reaseguro.
Estos y otros principios de asegurabilidad de tipo técnico, se unen a otros de carácter jurídico, tendientes a limitar el riesgo moral y a eliminar de las coberturas comunes y determinados riesgos diferenciales, provocando con ello la necesidad de operaciones facultativas, condicionadas a verificaciones, controles y análisis y al cobro de extraprimas específicas.
Es evidente que cada bien a cubrir por el seguro es único e idéntico sólo a sí mismo, pero para ser asegurable debe contener ciertos elementos que lo hagan comparable o similar a otros, con comportamientos siniestrales estimativamente semejantes para que, reunidos, posibiliten el cálculo de su probabilidad e intensidad siniestrales, que transforma la inseguridad individual en certidumbre colectiva. Es así como se pueden formar carteras en cada ramo, agrupando bienes o personas con características y comportamientos siniestrales comunes, que generan tasas de prima similares.
Supongamos por ejemplo el caso de un posible seguro de Accidentes Personales sobre un pianista famoso. Es indudable que se trata de un riesgo único en el mundo, aparentemente imposible de asegurar. Sin embargo éste y otros muchos casos de riesgos aparentemente únicos, son asegurables en la medida en que resultan asimilables en este caso no sólo a cientos de pianistas asegurables, sino a miles de personas que usan sus manos en distintas actividades laborales delicadas.
Un ejemplo inverso, lo tuvimos en el lanzamiento de la primera expedición a la luna. El accidente de la expedición no constituía un riesgo asegurable, ante la falta de una experiencia estadística del comportamiento siniestral de una expedición de este tipo. La probabilidad de daño de este hecho aislado e inédito sería del 50 %, igual a la que existiría arrojando una moneda al aire, una sola vez.
En términos económicos, no podría existir seguro, si un riesgo a cubrir pudiera afectar simultáneamente a todos los bienes de determinada zona.
En este sentido y con este alcance amplio, no son asegurables determinados bienes, que carecen de experiencia estadística de comportamiento o no tienen similitud posible con otros bienes similares asegurables, con los que puedan formar un conjunto homogéneo, en el que funcionen las probabilidades estadísticas.
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El equilibrio técnico
Uno de los principales problemas que afronta un asegurador, es el de la concentración o sea, la acumulación de coberturas sobre un determinado tipo de bien asegurado o de cierta zona específica o sólo de determinado ramo. En todos estos casos, la diversificación
constituye un elemento necesario para lograr el equilibrio técnico en el comportamiento siniestral de la cartera.
Una situación especial la constituye el ramo de Accidentes del Trabajo, que sea operado por aseguradoras monorrámicas. En este caso existen dos criterios respecto de la composición de las carteras, en cuanto al tipo de actividad al que se dedican las empresas aseguradas. Principalmente existen diferencias importantes entre la actividad industrial, la construcción y los trabajos agrícolas. Las aseguradoras, en general, oscilan entre las dedicadas especialmente a determinadas ocupaciones y las que forman carteras mixtas.
También el problema se presenta en el seguro de vehículos automotores, cuyas carteras pueden estar integradas preferentemente por determinado tipo de vehículos, con mayor o menor tendencia a determinado tipo de siniestralidad.
Automóviles particulares, taxis, vehículos de transporte público de pasajeros, camiones, semi remolques, vehículos con estructuras y elementos especiales para realizar determinados trabajos, componen un universo afectado por distintos tipos de daños materiales y de responsabilidades civiles.
La experiencia demuestra que estos dos ramos sufren siempre alta tasa de siniestralidad y consecuentemente malos resultados técnicos. Este antecedente, permite considerar la conveniencia en ambos casos, de integrar las carteras con determinada diversidad de actividades o de tipo de vehículos, buscando lograr un factor positivo de equilibrio, no solamente técnico sino también comercial.
Ariel Fernández Dirube
Consultor y docente